Desperté en la noche, abrí los ojos y contemplé la oscuridad.
Abracé la muerte y me dejé llevar al abismo con dulce final.
Fresca brisa nocturna acaricia mi pálido rostro, en vano intento
Por llagar mi piel, atravesar mi cuerpo y envenenar mi alma.
La sangre arde por mis venas consumiendo mi corazón,
Perdiendo la razón, arrebatando sufrimiento, olvidando mi temor.
No puedo evitar sentirme solo a pesar de estar acompañado.
Si la muerte no es el fin, ¿cuál lo es?